Nunca formó parte del clero y dedicó su vida a las empresas. Sus restos serán trasladados este domingo a la Iglesia del Pilar, en Recoleta.

Es difícil imaginar un santo que no ande con sotana o hábito, pero existe la posibilidad de serlo. Ahora, lo que parece increíble en los tiempos que corren y con los discursos que reinan es que un empresario logre hacerse con dicho título, pero Enrique Shaw es ejemplo de que es posible.

Nació en Francia, cuando Europa se recuperaba del daño que había perpetrado la Primera Guerra Mundial. Sus padres eran argentinos de la alta alcurnia, con Alejandro Shaw por padre y gestado en el seno de Sara Tornquist Altgelt, quien moriría cuando Enrique tenía cuatro años.

Habiendo llegado a la Argentina con dos meses, tras la muerte de su madre, su padre confió su educación a la Iglesia Católica, tal era el deseo de Sara. Formado en el Colegio La Salle, a los 14 años optó por la vida en alta mar, ingresando a la Escuela Naval Militar Río Santiago, a regañadientes del deseo de su padre que pretendía que administre los negocios familiares. A pesar de ello, fue fundamental para que durante una estadía en Mar del Plata, en la biblioteca, conociera la Doctrina Social de la Iglesia, ideas que marcarían su vida de ahí en adelante.

En 1943 se casó con Cecilia Bunge, con quien tuvo nueve hijos: Jorge, Sara, Cecilia, Elsa, Juan, José María, Luisa, Isabel y Gabriel. MDZ se contactó con Sara, quien contó cómo era Enrique en la intimidad, un hombre al que lo caracterizaba su sonrisa. “Mi papá era muy alegre, muy sonriente y muy buen esposo de mi mamá”, explicó y agregó que no recuerda “haberlo visto de mal humor. Iba a otras casas y me sorprendía ver adultos de mal humor porque para mí era algo que solo le pasaba a los chicos. Después me di cuenta que era una virtud de mi padre”.

Con ele ejemplo de su padre, Sara remarca que “en todos lados se puede y es deseable ser santo”, descartando esa creencia general de que el Orden Sagrado es el único camino a Dios. “Siempre me impresionó cómo lo recuerda la gente”, señaló Sara, ejemplificando con la relación que tenía con la gente de la fábrica de la Cristalerías Rigolleau, donde trabajaba: “Cuando yo iba, después de que muriera en 1962, la gente que lo conoció me agarraba de la mano y me decía ‘tu papá era un santo’; esos mensajes fueron mi mejor herencia”.

“Una fábrica es una comunidad de vida y yo estoy muy feliz, porque se acaba de aprobar, este 5 de julio, una ley de comunidad empresarial con las palabras que decía mi papá”, explica la hija de Enrique Shaw, en la previa de lo que será el traslado de sus restos desde el Cementerio de la Recoleta hacia la basílica de Nuestra Señora del Pilar, este domingo 27 de agosto. Ese día, coincidirán entonces dos motivos de celebración, ya que se declara el Día de la Comunidad Empresarial, elegido por ser el aniversario del fallecimiento de Enrique Shaw.

En su voz, el testimonio no deja de conmover, es un relato alegre y sentido que destaca la alegría con la vivía Enrique Shaw, alegría que lo caracterizó hasta el fin de sus días: “Papá, en los fines de semana, cuando estábamos más tiempo encerrados y sin ir al colegio, era como un chico más”, comentó Sara.

Enrique Shaw está ahora en proceso de beatificación y fue declarado venerable por la Iglesia Católica. Se espera que este sea un nuevo santo con características distintas a las de los santos tradicionales, siendo un empresario, casado, con hijos, pero una vida que resulta ejemplar.

Mirá el documental sobre su vida

Basados en lo que fue una vida santa desde la laicidad, clérigos analizan su posible beatificación y posterior canonización por lo que Argentina tendría un nuevo santo, junto al Santo Cura Brochero, San Artémides Zatti, Santa Nazaria de Santa Teresa y San Benito de Jesús. En medio de este proceso, los restos de Enrique Shaw serán trasladados a la Basílica del Pilar este domingo, con una celebración presidida por el arzobispo Jorge Ignacio García Cuerva. La celebración, que comienza a las 19, podrá seguirse de forma virtual mediante Instagram, Facebook y YouTube, en la cuenta “Enrique Shaw Oficial”, o haciendo click aquí.

¿Cuál es el milagro que se le atribuye a Enrique Shaw?

Aunque los detalles se mantienen en reserva, a Enrique Shaw se le atribuye el milagro de la curación de un chico que sufrió un accidente tras haber sido golpeado por un caballo. Se le había diagnosticado pocos días de vida, y sus padres, que eran empleados de la cristalería, le pidieron a él por su salud. A los pocos días, el chico se recuperó y no le quedaron secuelas.

Pero, además, también se menciona el caso de Hugo Navarro, que a los 32 años fue diagnosticado con un cáncer terminal y los médicos le daban apenas unos meses de vida. Fue entonces que su esposa Fabiana conoció por intermedio de una vecina conoció al “empresario santo” con quien decidió hacer un trato: que permitiera que Hugo viviera al menos el tiempo necesario para ver crecer a sus hijos. Tras 9 meses, Hugo volvió a comer y su sorprendente recuperación le permitió retomar su trabajo y vivir 18 años más. 

Su vínculo con la ciudad de Pinamar

Quien alguna vez haya visitado la ciudad bonaerense de Pinamar recordará fácilmente los nombres de las avenidas Jorge Bunge -acceso principal y columna vertebral del balneario- y Enrique Shaw, que corre paralela al mar casi de punta a punta. La elección de los nombres no es caprichosa, sino que homenajea a quien fue el arquitecto y fundador de unos de los centros de veraneo más famosos y exclusivos de la Argentina, y al propio Shaw, que junto a su esposa Cecilia, hija de Bunge, hicieron de Pinamar un punto excluyente de sus vidas y continuaron con el legado de la empresa familiar Pinamar SA, importante desarrolladora urbanística.


Una nota de Gonzalo Barrera publicada en MDZ el 26 de agosto de 2023. Leé la nota original aquí.