Solemos decir que uno de los mayores problemas que nos aquejan como sociedad es la falta de ejemplos estimulantes. Mientras cunden más extensamente los malos, el peso de la realidad nos agobia y la esperanza parece decaer ante la ausencia de faros que nos guíen.

Por este motivo, queremos celebrar y destacar muy especialmente que el papa Francisco haya firmado el decreto por el cual el argentino Enrique Shaw, podría convertirse en el primer empresario beato del mundo. A cien años de su nacimiento, la causa, iniciada en 2001 aguarda para avanzar que se confirme algún milagro por su intercesión.

Shaw estudió en el colegio La Salle de Buenos Aires y prosiguió sus estudios en la Escuela de Oficiales de la Armada, de la que egresó con los mejores promedios, para continuar su carrera hasta alcanzar el grado de teniente de fragata. Pero su vocación lo empujaba a ser empresario y pidió la baja de la fuerza. En el terreno profesional, se destacó como gerente general de Cristalerías Rigolleau, donde encarnó su religiosidad en una visión profundamente humana y cristiana de la empresa que le valió el afecto y el reconocimiento de todo el personal. Más de 250 empleados se acercaron a donarle sangre cuando un cáncer comprometió su vida a temprana edad.

Fundó y fue el primer presidente de la activa y prestigiosa Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE), promovió la Unión Internacional de Asociaciones Patronales Católicas y el Movimiento Empresarial Mundial Cristiano, además de impulsar el nacimiento de la Universidad Católica Argentina y participar en numerosas instituciones.

Una teoría cargada de ideología que desde antaño busca combatir al capital sin distinciones, acusa al empresariado sin distingos, incapaz de reconocer el valioso aporte de muchísimas personas como Shaw que conducen sin estridencias empresas que suman a la economía del país y que abonan la creación de empleo. Incluso, Shaw acompañó con su apoyo la sanción de la ley de asignaciones familiares en otra muestra de su preocupación por el crecimiento y desarrollo de sus trabajadores.

Padre de familia, con nueve hijos, su vida es testimonio de la combinación de valores éticos con una trayectoria empresarial exitosa.

En tiempos complicados de esta Argentina herida, la memoria del referido empresario nos recuerda el valor de las acciones individuales para el progreso colectivo. Su compromiso a favor del desarrollo humano, participando activamente en la vida institucional del país, contribuyendo a la generación sustentable de empleo, facilitando una interacción constructiva y ética con el sector gremial, son algunas de las facetas por las que hoy queremos rendirle homenaje.

Ese otro país con el que él soñó es posible. Nacerá de una ética diferente, de una suma de contrastes que enriquecen al conjunto y de una capacidad de diálogo sin el cual no habrá despegue posible. Abrevar en vidas ejemplares como la de Enrique Shaw es comenzar a transitar un camino virtuoso del que no deberíamos apartarnos si no queremos defraudar aún más a nuestros hijos.


Una editorial de La Nación, publicada el 16 de mayo de 2021. Leé la nota original aquí.


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