El Papa Francisco firmó el decreto que declara Venerable a Enrique Shaw. Resta que se le compruebe que Dios obró un milagro.

El argentino Enrique Shaw quedó a un paso de ser el primer empresario beato del mundo -el peldaño anterior a la santidad- al firmar el Papa Francisco el decreto que lo declara Venerable Siervo de Dios, informó oficialmente este sábado la oficina de prensa de la santa Sede.

Ahora, resta que El Vaticano reconozca que Dios obró un milagro por su intercesión, que en general se trata de un caso de una curación inexplicable para la ciencia.

La causa de canonización de Shaw se inició en 2001 en el arzobispado de Buenos Aires -la ciudad donde vivió y murió el empresario- con un estudio riguroso de su vida en base a testimonios y escritos.

Prosiguió en 2013 en la Congregación para la Causa de los Santos del Vaticano, donde se profundizaron los estudios sobre el candidato. Paralelamente, una junta en Roma analiza una curación presuntamente milagrosa atribuida a su intercesión.

Shaw nació el 26 de febrero de 1921, en París. Hijo de una familia de alcurnia (su madre era Sara Tornquist y su padre, Alejandro Shaw, fundador del banco que llevó su nombre), tras estudiar en el colegio La Salle de Buenos Aires ingresó a la Escuela de Oficiales de la Armada.

Al egresar con los mejores promedios y convertirse en el oficial más joven de la Marina, se casó con Cecilia Bunge -hija de Jorge, el fundador de Pinamar- con quien tuvo nueve hijos.

Enrique se casó con la hija del fundador de Pinamar y tuvo nueve hijos.
Enrique se casó con la hija del fundador de Pinamar y tuvo nueve hijos.

En su paso por la Armada -donde aprovechaba los tiempos en que estaba embarcado para leer libros de espiritualidad y fortalecer su formación religiosa- realizó una intensa labor apostólica en años en que era la fuerza menos religiosa.

Pese a una foja de servicios sobresaliente y el haber fundado el Círculo de Cadetes de la Acción Católica, se retiró como teniente de fragata. Es que Enrique quería adquirir la disciplina militar, pero ser empresario.

Ya en la vida civil, fundó la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE) y fue su primer presidente. Además, se contó entre los promotores de la naciente Universidad Católica Argentina.

Escribió numerosos ensayos breves sobre espiritualidad, virtudes y liderazgo. En un libro, los españoles Gustavo Villapalos y Enrique San Miguel lo consideran uno de los laicos católicos más destacados por su compromiso religioso, político y social en el siglo XX.

Su mayor empeño profesional fue como gerente general de Cristalerías Rigolleau, caracterizándose por una visión profundamente humana y cristiana de la empresa.

En 1959 hubo una severa crisis en esa compañía que determinó que su directorio dispusiera el despido de 1200 obreros. Shaw –que consideraba que el primer deber del empresario es dar trabajo y al desempleo “más que un daño económico, un mal moral”- trató de convencer a los accionistas de que evitaran una medida tan extrema.

Shaw defendió ante el directorio el mantenimiento de las fuentes de trabajo.
Shaw defendió ante el directorio el mantenimiento de las fuentes de trabajo.

Entonces elevó al directorio un plan de contingencia –acompañado de una entusiasta defensa- que fue aprobado, aunque con condiciones: fijó un monto que la empresa estaba dispuesta a perder en el intento y un plazo de unos meses para lograrlo. Paralelamente, redactó una carta a los empleados en la que defendía la preservación del empleo. Al final consiguió sortear la crisis y como todo aquel dinero no había sido utilizado, dispuso que el resto se donara a los obreros.

De una gran humanidad, el enorme cariño que despertaba entre los obreros se reflejó cuando, con apenas 41 años, un cáncer apagaba su vida y más de 250 de sus empleados de Rigolleau se presentaron en la clínica para donarle sangre. Gracias a una recuperación precaria, Shaw pudo agradecer el gesto al personal en la fábrica con elocuencia: “Puedo decirles que ahora casi toda la sangre que corre por mis venas es sangre obrera”.


Una nota de Sergio Rubín para Clarín, publicada el 24 de abril de 2021. Leé la nota original aquí.


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