El papa Francisco aprobó hoy el decreto que certificó las “virtudes heroicas” del fundador de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa, un paso que lo acerca a convertirse en beato.

Avanza la causa de canonización de Enrique Shaw, de quien se celebró recientemente el centenario de su nacimiento, el 26 de febrero de 1921 y que podría convertirse en el primer empresario santo.

En una audiencia que tuvo esta mañana con el prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, el cardenal italiano Marcello Semeraro, el papa Francisco aprobó el decreto que certificó las “virtudes heroicas” de Shaw, un paso adelante en su causa de canonización.

Ya poco después de su fallecimiento, en Buenos Aires, el 27 de agosto de 1962 a los 41 años, comenzó a trabajarse en su causa de canonización que, en sus tiempos de arzobispo y cardenal de Buenos Aires, también impulsó Jorge Bergoglio. Fue él quien en 2001 pidió y obtuvo el permiso para iniciar el proceso de parte de la Congregación de las Causas de los Santos.

Su historia

Entre muchas otras actividades, Shaw, apodado “el empresario de Dios”, fue el fundador, en 1952, y primer presidente de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE), y desde ese rol concibió y empezó a desarrollar conceptos sobre el papel fundamental de las empresas en la economía y la sociedad de un país.

Como director de una de las principales empresas industriales del país hacia la década del cincuenta -la firma Cristalerías Rigolleau-, se ocupó del bienestar de cada uno de sus más de 3000 trabajadores y de sus familias. Asumió, además, el cuidado del ambiente como responsabilidad hacia la sociedad y hacia las generaciones futuras y se preocupó para que las mejoras implementadas en su empresa se plasmaran en políticas públicas –fue impulsor de la ley de asignaciones familiares– y promovió decididamente el desarrollo de su comunidad.

En 1943 se casó con Cecilia Bunge, con quien tuvo nueve hijos. Fue activo en la Acción Católica y el Movimiento Familiar Cristiano y junto a otros empresarios participó en la organización de ayuda a la Europa de post-guerra que en 1946 promovió el episcopado argentino, respondiendo al llamado de Pío XII. De ahí, intentó crear una entidad para que los empresarios “sean más cristianos”.

En 1957 se le detectó un cáncer incurable, que “aceptó con cristiana serenidad”, pero sin bajar los brazos, según la biografía de la página web de la ACDE. Siguió, en efecto, participando en congresos, dictando conferencias, editando y escribiendo. En pequeñas libretas, cuadernos y papeles sueltos, Shaw solía dejar plasmados sus pensamientos y reflexiones, que aún hoy resultan actuales.

“Más que nunca en los tiempos actuales, y a pesar de las dificultades, tienen el deber los Dirigentes de Empresa, como intelectuales y dirigentes, de aportar un mensaje y la luz de la fe al desarrollo de los espíritus, de esforzarse por secundar, a la luz de los principios sociales cristianos, la búsqueda de las soluciones adaptadas a las realidades siempre mudables”, escribió. “Debemos crear trabajo… y cuanto más eficiente sea nuestra labor, más recursos tendrá la Providencia para repartir entre pobres y necesitados”.

Poco antes de morir, el 9 de julio de 1962, se puso “en conmovedora evidencia la relación de comunicación y afecto que mantenía con la gente, cuando, en una reunión con el personal, agradece cálida y humildemente a quienes donaron sangre para las intervenciones que prolongaron su vida”, puede leerse en su biografía, que precisó que falleció el 27 de agosto de ese mismo año en Buenos Aires, después de un breve viaje a Lourdes.

Según las etapas del proceso de canonización, para que el reconocido empresario pase a ser beato, es necesario que se produzca un milagro debido a su intercesión. Para que sea santo, dos.


Una nota de Elisabetta Piqué para La Nación, publicada el 24 de abril de 2021. Leé la nota original aquí.


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