Evidentemente, el título de este artículo no pasará desapercibido. Resulta extraño pensar que un líder pueda amar a su gente. Podrá respetarla, apoyarla, guiarla, pero… ¿amarla?. Bernardo Bárcena, conferencista sobre liderazgo honra su memoria en MDZ.

Es el líder quien debe servir. Hace unos veintitrés años, cuando asomaba un nuevo siglo, James C. Hunter publicó “La Paradoja” el cual es, en mi opinión, uno de los mejores libros que se han escrito sobre liderazgo. En él desarrolla el concepto de “liderazgo servicial” y explica que históricamente, y aún hoy en muchas empresas, los colaboradores suelen estar al servicio de sus jefes, los jefes al servicio de los gerentes, los gerentes al servicio de los directores y éstos al servicio del presidente o CEO de la empresa.

Pero todos ellos mirando hacia arriba y de espaldas al cliente. James Hunter, en su best seller, explica que el sentido del servicio debe ser inverso. Es el presidente de la empresa quién deberá estar al servicio de sus directores, éstos deberán servir a los gerentes, éstos a los jefes y los jefes a sus colaboradores. Para que, de este modo, los colaboradores estén al servicio del cliente.
Aclara, sin embargo, que liderar no implica estar al servicio de los caprichos de los colaboradores sino de sus necesidades genuinas, procurando que Quieran, Sepan y Puedan:

  • Quieran (que estén motivados).
  • Sepan (que tengan la información y conocimientos necesarios para realizar su trabajo).
  • Puedan (que cuenten con los recursos, procesos, personal y tiempo suficiente).

De modo que el líder no deberá ser servido, sino que será quien deba servir a su gente. Esto es lo paradójico, y es por esto que el libro se llama “La Paradoja”. En este sencillo relato John Daily, un hombre de negocios que ha fallado en su liderazgo como jefe, esposo y padre, aprende en un Monasterio ciertos principios para el liderazgo eficiente que no son nuevos, ni complejos, ni requieren un talento especial.

Basándose en el liderazgo de Jesús, Hunter afirma que dirigir consiste, paradójicamente, en servir a los demás. Un buen líder deberá estar pendiente de sus colaboradores: atender sus legítimas necesidades, ayudarlos a lograr sus metas y aprovechar sus capacidades al máximo. Incluso Hunter va más allá, propone amar a los colaboradores. En este sentido, indica que gran parte del Nuevo Testamento fue escrito originalmente en griego y que los griegos tenían distintas palabras para describir el polifacético fenómeno del amor.

Ágape, el amor del comportamiento y la elección.

Una de esas palabras era eros, de la cual deriva la palabra «erótico», y significa el sentimiento fundado en la atracción sexual. Otra palabra griega para el amor era storgé, que es el afecto, en especial el que se siente hacia los miembros de la familia. Ni eros ni storgé aparecen en el Nuevo Testamento. Otra palabra griega para el amor era filía, o el amor fraternal recíproco: ese amor
condicional del tipo: «si me tratas bien, yo te trato bien». Filadelfia, la ciudad del amor fraterno, viene de la misma raíz. Finalmente, los griegos utilizaban el nombre ágape y su correspondiente verbo ágape para describir un amor de tipo incondicional, fundado en el comportamiento con los demás, independientemente de sus méritos.


Una nota de Bernardo Bárcena publicada en MDZ el 27 de agosto de 2023. Leé la nota original aquí.