El domingo 28 de agosto de 2016, la comunidad ACDE en conjunto con los amigos de Acción Católica Argentina, tuvo la inmensa alegría de compartir la Misa que celebró el Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, en memoria del Siervo de Dios, Enrique Shaw. Un nuevo aniversario, el número 54, se cumplió del fallecimiento de quien podría ser el primer empresario del mundo en ser proclamado santo.

La celebración eucarística fue concelebrada por el Obispo auxiliar y vicario general de Buenos Aires, Monseñor Joaquín Sucunza, en representación del Cardenal Mario Aurelio Poli, y el Obispo de San Justo y asesor de la A.C.A., Monseñor Eduardo García. También acompañaron Mons. Vicenzo Turturro, Secretario de la Nunciatura; Pbro. José María klappenbach en representación de Juan Miguel Shaw, sacerdote hijo de Enrique destinado en Kenya; Pbro. Francisco Urbanija, fiel promotor de la figura de Enrique Shaw en Berazategui; y el Pbro. Daniel Díaz, asesor doctrinal de ACDE.

Los hijos de Enrique Shaw -Elsa, Sara y Jorge Enrique, acompañados por Isabel y María Luisa- estuvieron presentes junto a los nietos y bisnietos que conforman la extensa familia.

Entre las autoridades presentes estuvieron el Secretario de Culto, Emb. Santiago de EstradaClaudia Carbajal, vicepresidente de ACA; Fernán de Elizalde, socio de ACDE y postulador de la Causa de Canonización en Buenos Aires; Dra. Silvia Correale, postuladora de la Causa en Roma; Federico Quintana y Orlando Ferreres, vice presidentes de ACDE; José María SimoneJorge Aceiro y Pablo Taussig, del Consejo de Past Presidents de ACDE. También acompañaron miembros del Grupo Joven de ACDE para quienes Enrique Shaw es el ejemplo que los inspira.

Les compartimos la homilía de Cardenal Amato y la carta del Arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Mario Aurelio Poli.

Homilía del cardenal Angelo Amato SDB,
Prefecto Congregación para las Causas de los Santos,
Misa en memoria del Siervo de Dios, Enrique Shaw a los 54 años de su fallecimiento.

Ayer, 27 de agosto, se ha celebrado en Santiago del Estero la beatificación de la Mama Antula, la Venerable María Antonia de Paz y Figueroa (1730-1799), que, después de la expulsión de los Padres Jesuítas de Argentina, fue una eminente figura de laica, incansable apóstola de los Ejercicios Espirituales. Testimonios aún vivos de su carisma, aquí en Buenos Aires, son la Casa de los Ejercicios Espirituales fundada por ella en 1789 (mil setecientos ochenta y nueve) y la Congregación de las Hermanas de los Ángeles Custodios, que continúa la obra de formación de los fieles, según el espíritu de su fundadora.

Pero ayer era también el 54 aniversario de la muerte, también aquí en Buenos Aires, del Siervo de Dios Enrique Shaw, padre de nueve hijos, joven empresario comprometido con la promoción social y espiritual de los trabajadores, fundador y primer presidente de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE). Se distinguió por su deseo de responder cotidianamente a la misión que Dios le confiaba como laico católico, esposo, padre de familia y empresario. Murió con apenas 41 años, dejando en todos el recuerdo de un cristiano extraordinario por la ejemplaridad de su fe. Su causa de beatificación se encuentra ahora en Roma, y se está preparando la Positio, es decir el dosier sobre el ejercicio heroico de las virtudes cristianas.

No pudiendo interferir en el juicio que la Iglesia dará sobre ello, me asocio a los que afirman que él obraba con alegría, con disponibilidad al diálogo y con gran cercanía a los trabajadores, como camino para crecer juntos en un desarrollo cada vez más acorde con el humanismo cristiano. El Evangelio era la magna carta de su compromiso como empresario.

A él se pueden aplicar las palabras del sabio Sirácida, que en la primera lectura de la liturgia de la palabra de hoy dice: «Hijo, en tu actividad sé modesto, serás amado por el hombre, y agradable a Dios. Cuanto más grande eres, tanto más humíllate; así encontrarás gracia ante el Señor; porque grande es la fuerza del Señor y es glorificado en los humildes» (Sir 3,17-19). También Jesús en el Evangelio de hoy exhorta a ser humildes y a no ponerse en el primer puesto «porque quien se exalta será humillado, y quien se humilla será exaltado» (Lc 14,11).

Enrique Shaw orientaba su vida según las bienaventuranzas evangélicas, que eran la carta náutica de su navegación como empresario cristiano.

Comentando la primera bienaventuranza –«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mt 5,3), él afirma que es la actitud fundamental de un dirigente de empresa. Esto implica el desapego del propio “yo” y la humildad de quien es consciente de no saber y de no poder todo. Los talentos recibidos se deben administrar con la caridad que tiene en cuenta al prójimo.

Este espíritu de pobreza atraerá la bendición del Señor.
Decía: «Si la riqueza estuviera en las manos de los pobres de espíritu, la riqueza multiplicaría la riqueza».
A propósito de la quinta bienaventuranza –«Bienaventurados los misericordiosos porque encontrarán misericordia» (Mt 5,7) Enrique observa que quien está en una posición de privilegio debe pensar y actuar con misericordia, porque el juicio humano será tanto más verdadero cuanto más misericordioso.

Él termina su comentario sobre las bienaventuranzas hablando de esa cortina que a menudo se establece entre los empresarios y los trabajadores y que impide el contacto personal, de hombre a hombre. Es la soledad del dirigente de empresa, soledad que solo la Eucaristía puede colmar.

La Eucaristía, de hecho, no solo une a Dios sino también a nuestro prójimo. La liturgia recuerda que como es uno el pan formado por muchos granos de trigo y uno el vino formado por muchos granos de uva, que se convierten en cuerpo y sangre de Cristo, así nosotros, si bien muchos, somos uno en Cristo.

En la Eucaristía se superan las barreras artificiales, individuales y colectivas, porque se hace comunión con él y con el prójimo.
La Eucaristía, en fin, nos recuerda que todo privilegio es una oportunidad de servicio, de progreso, de promoción. Solo así uno se convierte en artesano de la paz social.

Nuestro Siervo de Dios concluye su reflexión sobre la Eucaristía afirmando: «La ciencia nos hace colegas, la técnica compañeros, la Eucaristía hermanos».

Hermanos y hermanas, en este tiempo que se celebra el bicentenario de la independencia de la República Argentina, el papa Francesco, hijo amadísimo de vuestra patria, invita a jóvenes y ancianos a soñar y a profetizar grandes cosas. La patria es una madre y como toda madre quiere que todos sus hijos vivan bien. La patria es un don y un deber. La patria está siempre en construcción y necesita del protagonismo de todos.

La patria necesita –como decía Don Bosco– ciudadanos honestos y buenos cristianos. Pero sobre todo la patria necesita del protagonismo de los santos, de esos hijos e hijas, valientes y fieles al Evangelio, que difunden en la sociedad el buen espíritu de la fraternidad, de la amistad, de la comprensión, de la solidaridad, del respeto, de la acogida. Esto hicieron por la patria el Beato Gabriel Brochero y la Beata María Antonia, que fueron al encuentro de los más marginados de la sociedad elevándoles a la dignidad de ciudadanos honrados y de cristianos auténticos.

Así lo hizo el Siervo de Dios Enrique Shaw, que enseñaba a todos la vida buena del Evangelio. Sigamos rezando por su glorificación, pero sobre todo sigamos admirándole en su ser cristiano auténtico, imitando sus actitudes virtuosas.

Amén.

Card. Angelo Amato SDB, prefecto Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos.

Carta del Cardenal Mario Aurelio Poli al Cardenal Angelo Amato en ocasión de la misa en memoria de Enrique E. Shaw:
Monseñor Sucunza leyó durante la misa la carta que el cardenal Poli le envió al cardenal Amato, en la que le agradece su presencia en el país para la ceremonia de la beatificación de Mama Antula y que haya presidido la misa por Shaw en la Catedral Metropolitana:

“Desde Santiago del Estero, donde la alegría de la beatificación de Mama Antula va en aumento, con festejos y acciones de gracias, recibe estas breves palabras como cálida bienvenida a la Catedral de la Arquidiócesis de la Santísima Trinidad de los Buenos Aires. Ésta fue la cátedra del Papa Francisco, durante su extenso y fecundo ministerio episcopal entre nosotros. Desde aquí rezamos todos los días por su servicio a la Iglesia universal”.

Te agradezco que hayas accedido a celebrar la Eucaristía dominical en nuestro templo. Me permito encomendarte una intención especial por un hijo dilecto de esta Iglesia particular, Enrique Shaw, padre ejemplar de una familia numerosa y apóstol comprometido con la vida empresarial de nuestra nación. Hoy su causa de beatificación la hemos depositado en manos de la Congregación que tú presides.

Deseo, finalmente, que tengas un feliz regreso a Roma, junto al sacerdote que te acompaña. Y para que así suceda, rezamos por tu viaje y te encomiendo a la tierna protección de Nuestra Madre de Luján”.