Por Carlos Newland

Enrique Shaw (1921-1962) muy probablemente será en algún tiempo canonizado por la Iglesia Católica. Es un caso excepcional, ya que casi ningún empresario en el pasado ha llegado a los altares. Aparte de sus vivencias y prácticas religiosas y personales, es relevante rememorar sus ideas sobre el rol o función de los empresarios.

Muchas fuentes influyeron en lo que sería su pensamiento sobre el management. Fue central en su formación su paso por la Escuela Naval, donde existían continuas prácticas de conducción en las que se aplicaban los conceptos de liderazgo, motivación y servicio. Más adelante, Shaw leería con detenimiento libros de administración. En particular, recomendaba vivamente la obra de Peter Drucker La Gerencia de Empresas.

En los escritos de Shaw se nota el influjo de las ideas de Pío XII (Pontífice entre 1939 y 1958) sobre la empresa y el rol de la iniciativa privada y el Estado.

Shaw adquiriría en su vida un buen conocimiento del modelo de gestión gestado en Estados Unidos. En1946 realizaría una estadía en la empresa Corning Glass Works, de Massachusetts. Años más adelante, asistiría a un curso de cuatro meses para ejecutivos, ofrecido por la Universidad de Harvard. Indudablemente, Shaw también aprendió mucho a través de su experiencia laboral. En 1946 ingresó como asistente del gerente de Planta a Rigolleau S.A. En 1954 sería designado subgerente general y, en 1958, su CEO, cargo que ejerció hasta su temprano fallecimiento.

¿Qué es un empresario eficaz, en el pensamiento de Shaw? En primer lugar, es el agente motorizador de la organización y el que marca su rumbo. Es quien toma la dirección, solo o en asociación con terceros, asumiendo la iniciativa. Se requiere que el empresario sea enérgico y esforzado, que cuente con la adecuada capacitación, que posea autocontrol y tenga buen juicio. Debe alentar el trabajo en equipo. Sus decisiones no pueden estar basadas exclusivamente en su autoridad y potestad: debe actuar con humildad y apertura a las opiniones externas. Se espera que logre cumplir los objetivos de su empresa, entre los cuales está la rentabilidad. Para lograr su cometido, es necesario que seleccione a directivos eficientes (evitando la contratación de familiares poco capacitados) y obtenga financiamiento. Siempre debe tener en mente aumentar la productividad, logrando el uso eficiente de todos los recursos contratados.

En la visión de Shaw, la relación del empresario con los empleados es central, en especial el generar un sentido de pertenencia a la organización y el desarrollo de sus potenciales. A tal efecto, marcó la necesidad de que los ejecutivos conocieran y estuvieran atentos a la realidad de los trabajadores, estando atento a las condiciones de trabajo brindadas.

Para lograr un excelente rendimiento de la fuerza laboral, creía que era importante que se fomentara la iniciativa propia y la creatividad. Este empoderamiento debía estar basado en un sistema adecuado de remuneraciones, que tomara en consideración la productividad y que se reflejara en la promoción de puestos y responsabilidades. Shaw le daba mucha importancia a que el empresario se preocupara de la formación de los mandos medios, ya que ellos eran los responsables de implementar las decisiones tomadas por los cuadros gerenciales y de actuar directamente sobre los empleados y los obreros.

La dimensión trascendente del empresario es, sin duda, la más importante en la visión de Shaw y la que guía a todas las demás. El empresario colabora con Dios en la Creación generando para la humanidad bienes y bienestar.

Su acción ennoblece a la naturaleza al transformarla y hacerla más útil a todos los hombres y mujeres. Lograr este progreso con eficiencia y generación de empleo es un deber moral. Para Shaw, el empresario, si encarna la espiritualidad y los valores cristianos, mejora su desempeño. El estar abierto y el amor al prójimo le permiten comprender la razón de comportamientos deficientes de su personal y perdonar los errores cometidos. La mansedumbre y la humildad cristiana hacen que el empresario sea calmo y menos irritable y cuente con un mayor autocontrol. La confianza en Dios lo vuelve más optimista y con menor temor en tomar riesgos en nuevos emprendimientos.

El modelo de empresario accesible que presenta la Eucaristía: “En otras palabras, realizaremos nuestra personalidad (…) en la medida en que nos demos, nos comunicamos a los demás”.

El autor es economista, decano de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Católica Argentina (UCA)


Un artículo publicado por Carlos Newland en LA NACION el 4 de noviembre de 2022. Leé el articulo original aquí.